A menudo, cuando nos enfrentamos a una pérdida o a un cambio inesperado en nuestra vida, tendemos a centrarnos en lo que ya no tenemos, en lo que hemos perdido. Es natural que, en momentos de adversidad, nuestros pensamientos se concentren en lo que se ha ido, en lo que ya no podemos hacer o experimentar. Nos aferramos a esa sensación de frustración y dolor, castigando mentalmente al hecho o circunstancia que creemos responsable de nuestro sufrimiento. Nos detenemos en lo que hemos perdido y en las limitaciones que ahora nos acompañan. Sin embargo, rara vez nos detenemos a considerar que, tal vez, esa misma situación que nos duele es la que se ha sacrificado para que el resto de nuestra vida pueda continuar, para que otras cosas positivas sigan estando presentes.
Tomemos mi propio ejemplo. Después de haber sufrido un ictus, mi muñeca izquierda perdió gran parte de su movilidad. Esta ha sido una de las secuelas más difíciles de aceptar. Cada vez que intento realizar actividades que antes eran simples, como coger algo con la mano izquierda o tocar la guitarra, algo que me apasionaba, me enfrento a la realidad de esta limitación. Es fácil, muy fácil, caer en la trampa de ver esta muñeca como el epicentro de mi frustración, como un recordatorio constante de las habilidades que he perdido.
Pero, ¿y si cambio la perspectiva? ¿Y si, en lugar de ver mi muñeca como el problema, la veo como una parte de mí que ha soportado la mayor carga para que el resto de mi cuerpo y mi mente puedan seguir adelante? Mi muñeca, que ahora lucha por realizar incluso los movimientos más sencillos, ha asumido el impacto del ictus para que yo pueda seguir viviendo, para que otras áreas de mi vida puedan continuar. En lugar de verla con resentimiento o rabia, debería empezar a verla con admiración, con gratitud.
Esta muñeca, aunque debilitada, es un símbolo de mi resiliencia, de mi capacidad de superación. Ha sido la parte de mí que se ha sacrificado, que ha tomado la mayor parte del daño para que el resto de mi ser pueda seguir adelante. Es una parte de mí que merece ser vista no como un obstáculo, sino como una compañera en este viaje de recuperación. Una parte de mí que sigue intentando, día tras día, adaptarse a esta nueva realidad.
Este cambio de perspectiva no solo se aplica a la situación de mi muñeca, sino a cualquier aspecto de mi vida. Muchas veces, condeno una pérdida o un cambio sin darme cuenta de que ese mismo hecho es lo que ha permitido que otras áreas de mi vida se mantengan intactas o incluso se fortalezcan. Es como si una parte de mí se sacrificara para que el resto pueda tener una segunda oportunidad. Puedo pensar en mi muñeca como la parte de mí que ha pagado el precio para que el resto de mi cuerpo y mi mente puedan seguir adelante, aprendiendo a vivir de nuevo con una mayor conciencia y apreciación por lo que tengo.
En lugar de centrar mi atención únicamente en lo que ya no es, puedo aprender a valorar lo que ese sacrificio me ha permitido conservar o desarrollar. Aceptar que esta parte de mí, aunque limitada, sigue siendo valiosa, sigue siendo una pieza fundamental en mi historia de superación. Al cambiar la narrativa, al tratar esta parte de mí con compasión en lugar de con frustración, me abro a la posibilidad de encontrar paz y aceptación, y de construir una vida en la que aprecie cada pequeño progreso.
Me comprometo a cambiar la manera en que hablo y pienso sobre mi muñeca. En lugar de enfocarme en lo que ya no puedo hacer, voy a celebrar lo que puedo hacer, por pequeño que sea. Voy a reconocer cada esfuerzo, cada pequeño avance, y voy a tratar mi muñeca con el respeto y la admiración que merece. Porque, al final, ella es una parte fundamental de mi segunda oportunidad, de mi proceso de aprender, de crecer y de adaptarme a esta nueva vida.
Sí, el ictus ha sido una experiencia dura, pero también me ha dado la oportunidad de empezar de nuevo, de aprender a vivir con mayor conciencia, de valorar más lo que tengo y de ser más compasivo conmigo mismo. Mi muñeca, lejos de ser un obstáculo, es un símbolo de mi capacidad de superación, una parte de mí que sigue luchando, que sigue intentando adaptarse y que merece todo mi apoyo y mi gratitud.
A partir de hoy, voy a cambiar mi visión. Voy a hablarle a mi muñeca con amor, con gratitud, con respeto. Porque ella es mi aliada en este camino de recuperación, y juntos, vamos a seguir adelante, aprendiendo, creciendo y valorando cada paso del camino.
Es increible como nos sigues dando una y otra vez lecciones tan valiosas. Me ha gustado muchisimo este post, Carlos. Gracias por compartirlo!
Paaaatri!
¡Muchísimas gracias por tus palabras! Me alegra saber que lo que comparto puede resonar y aportar algo positivo. Este proceso ha sido todo un aprendizaje para mí, y si mi experiencia puede inspirar o dar una nueva perspectiva, entonces todo este camino vale aún más la pena. Agradezco mucho tu apoyo, y seguimos adelante juntos, aprendiendo y creciendo. ¡Un fuerte abrazo!
Eres una persona maravillosa y admirable. Sigo aprendiendo contigo compañero! Un abrazo enorme y te deseo lo mejor en esta vida porque te mereces eso y más. Gracias por estas reflexiones que nos ayudan a ver las cosas con perspectiva y criterio!!
Qué hermoso mensaje, Vanesa. No tienes idea de lo mucho que significa para mí contar con tu apoyo y tus enseñanzas durante todo este proceso. Agradezco profundamente tus palabras y, sobre todo, la manera en que has influido en mi vida. Gracias a ti, he aprendido a ver mis circunstancias con una perspectiva más amplia y a valorar cada pequeño avance como una victoria. ¡Un abrazo enorme de vuelta! Estoy seguro de que, con profesionales como tú, quienes pasamos por situaciones complicadas podemos seguir adelante, creciendo y aprendiendo cada día. ¡Seguimos adelante, siempre!