La belleza de ser muchos «pocos»

Hay días en los que me descubro pensando en lo contradictorios que somos los seres humanos. Podemos sentirnos valientes y, al mismo tiempo, temblar de miedo. Podemos reírnos a carcajadas y, apenas un instante después, llorar sin consuelo. Podemos desear avanzar con toda la fuerza y, al mismo tiempo, sentirnos agotados, sin ganas de dar un paso más.

Durante mucho tiempo pensé que había que elegir: ser fuerte o ser débil, estar bien o estar mal, ser optimista o ser pesimista. Como si la vida nos obligara a encasillarnos en una sola etiqueta, en una sola versión de nosotros mismos. Pero la experiencia —y sobre todo la que llegó después de mi ictus en 2022— me mostró otra cosa: que estamos hechos de muchos “pocos”, y que justamente ahí reside nuestra riqueza.

En la rehabilitación descubrí que podía ser paciente y desesperado a la vez. Paciente porque aceptaba que el proceso iba a llevar tiempo, y desesperado porque quería resultados inmediatos. También me di cuenta de que podía ser agradecido y frustrado al mismo tiempo: agradecido por poder mover un dedo más, y frustrado porque ese dedo no me alcanzaba todavía para abrir un frasco o abrocharme la camisa. Esa mezcla, que al principio me parecía incoherente, terminó enseñándome que la vida no es una línea recta, sino un mosaico de fragmentos que conviven.

Si lo pensamos bien, todos estamos un poco locos y un poco cuerdos, un poco felices y un poco rotos, un poco ridículos y un poco brillantes. Y qué fortuna serlo. Porque si solo fuésemos una cosa, nos perderíamos la experiencia completa de estar vivos.

Hay una especie de libertad en reconocer que no necesitamos encajar en un molde perfecto. Que podemos ser valientes en la mañana y frágiles en la noche. Que podemos fracasar en un intento y, en el mismo movimiento, aprender algo que nos haga exitosos en otro. Que podemos sentirnos llenos de miedo y, aun así, atrevernos a dar un paso hacia adelante.

A veces creemos que nuestra fuerza se mide por lo que mostramos a los demás, como si la vulnerabilidad nos quitara valor. Pero lo que yo he aprendido es que lo que nos hace profundamente humanos es esa mezcla imperfecta, cambiante, llena de claroscuros. La fortaleza no está en ocultar nuestras contradicciones, sino en abrazarlas.

Recuerdo una tarde, en medio de mis ejercicios de rehabilitación, en la que no podía coordinar bien los movimientos. Sentí una frustración enorme, casi insoportable. Y justo en ese momento, sin planearlo, me reí. Me reí de lo absurdo de la situación, de la torpeza de mi cuerpo, de la insistencia de repetir algo que parecía imposible. Fue una risa liberadora, porque me recordó que podía estar frustrado y ligero a la vez. Que no era necesario borrar una emoción para darle lugar a la otra.

Quizás la vida sea precisamente eso: aprender a convivir con nuestras partes fragmentadas. No para ordenarlas como piezas que deben encajar, sino para aceptarlas como colores distintos de un mismo cuadro. Cada emoción, cada contradicción, cada “poco” tiene un sentido dentro de la experiencia de estar vivos.

Hoy me gusta pensar que no necesitamos llegar a ser “todo” en algo. Que basta con reconocernos en esos pequeños fragmentos: un poco fuertes, un poco débiles, un poco sabios, un poco ingenuos. Esa suma de pedacitos nos recuerda que somos, sobre todo, humanos. Y que ser humanos, con todo lo que eso implica, ya es un milagro.

Quizás lo más bello de esta mezcla sea que nos permite mirarnos con más compasión. Si entendemos que somos muchos “pocos”, tal vez dejemos de exigirnos perfección. Tal vez podamos descansar en la certeza de que está bien ser contradictorios, que no hay que resolverlo todo ni ser consistentes siempre. Que lo importante no es elegir una sola etiqueta, sino permitirnos experimentar todas las que nos habitan.

Al final del día, lo que nos hace grandes no es ser perfectos, sino ser auténticos en nuestras imperfecciones. Y ahí, en esa combinación de fragmentos que parece desordenada, encontramos la verdad más simple: estamos hechos de muchos “pocos”, y juntos forman el regalo de estar vivos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio