Sine diem: cuando el tiempo deja de tener fecha

Hay momentos en la vida en los que el tiempo se vuelve extraño. De pronto, ya no se mide en días tachados en el calendario ni en metas con fecha límite. Queda suspendido, abierto, como si flotara en un espacio sin principio ni final. Sine diem.

Lo viví con toda su intensidad después del ictus. Los médicos me hablaron de rehabilitación, de la importancia de la constancia, pero nadie pudo decirme cuánto tardaría en volver a caminar con soltura, en recuperar la agilidad cognitiva, en sentir de nuevo que mi cuerpo me obedecía. No había plazos, no había certezas. Solo un camino abierto, sin fecha marcada.

Al principio me aterraba esa falta de calendario. Yo estaba acostumbrado a organizar mi vida con objetivos claros, a marcar con rotulador rojo los logros que me daban seguridad. Me habría gustado que alguien me dijera: “En seis meses estarás recuperado”. Pero esa promesa nunca llegó. Y tuve que aprender a vivir así: sine diem, sin saber cuándo ni cómo terminaría el proceso.
Quizá todos hemos deseado alguna vez esa certeza imposible, ese calendario que nos proteja de la incertidumbre.

Fue un aprendizaje duro. Mi mente necesitaba imaginar un final, pero mi cuerpo me recordaba una y otra vez que no había atajos. La única manera de avanzar era dejar que cada día se desplegara con su propio ritmo. Descubrí entonces que lo importante no era esperar un punto de llegada, sino atender lo que estaba vivo en el presente.
Tal vez ahí esté una de las grandes lecciones que compartimos: la vida se habita instante a instante, no en fechas futuras.

Un dedo que respondía, un pie que encontraba el suelo, una palabra que regresaba… Cada pequeño logro era una victoria inmensa. Y también aprendí a mirar de frente los retrocesos: esos días en que parecía que todo se estancaba o que las fuerzas no alcanzaban. También ellos formaban parte del proceso, también ellos tenían algo que enseñarme.
En ese vaivén descubrimos que no hay camino recto: avanzar y retroceder son, en el fondo, dos formas de seguir viviendo.

Poco a poco fui entendiendo que, aunque no hubiera fecha de cierre, la vida seguía desplegándose en instantes llenos de significado. Lo que antes me parecía insignificante se volvió esencial: una respiración profunda, un silencio compartido, una mirada que sostenía. Vivir sin calendario me obligó a habitar de otra manera.
Y quizás, si lo pensamos, todos necesitamos recordar que lo pequeño es lo que sostiene lo grande.

Con el tiempo comprendí que la vida siempre ha sido así: sine diem. Somos nosotros los que intentamos domesticarla con relojes, agendas y planes, como si todo pudiera encajar en una hoja de ruta perfecta. Pero lo verdaderamente importante nunca responde a un cronograma. El amor, la salud, la alegría o el dolor llegan cuando llegan, se van cuando se van, se quedan lo que tienen que quedarse.
Tal vez todos podamos soltar, al menos por un momento, esa necesidad de control y aceptar que lo esencial no entiende de fechas.

Hoy, al mirar atrás, siento una profunda gratitud por esa lección silenciosa. Aprendí que lo indefinido no es vacío, sino espacio. Que no tener fecha no significa perder, sino abrirme a lo inesperado. Que la vida se mueve en su propio compás, y que el futuro rara vez avisa antes de aparecer.
Quizá sea ahí donde todos encontramos un respiro: en dejar de esperar la señal exacta y empezar a caminar con lo que ya tenemos.

No sé con certeza qué sucederá mañana, ni cuándo llegará lo que tanto anhelo. Pero mientras tanto, puedo detenerme aquí, en este instante, y reconocer que basta. Puedo dejar que el tiempo se abra sin prisas, como un libro que no necesita ser leído de golpe, porque cada página ya contiene su verdad.
Tal vez todos podamos, de vez en cuando, aprender a descansar en esa página presente.

Al final, lo más verdadero siempre nos llega así: sine diem.
Y quizá sea eso lo que nos recuerda, en lo más profundo, que la vida no necesita fecha para ser vida.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio