Cuando el vacío se llena de nosotros

  • Tenemos una historia de amor con la autoexigencia. No es la historia que hubiéramos elegido, ni la que nos hace bien, pero es la que conocemos. Vino programada en nuestro sistema, como esas aplicaciones que ya están instaladas cuando encendemos un dispositivo nuevo. Y aunque quisiéramos desinstalarla de un plumazo, desarmarla lleva tiempo, paciencia… y ternura.
Estamos en una de esas temporadas incómodas, en el medio de todo. No estamos allá, pero tampoco acá. No es un comienzo, pero tampoco un cierre. Es ese extraño limbo en el que no pasa nada, al menos en la superficie. Nos sentimos inquietos, pero sin movernos. Y eso, a nuestro sistema de autoexigencia, le resulta insoportable.
Nos cuesta mucho habitar el vacío. Nos contaron que es un terreno fértil, un espacio de posibilidad. Pero cuando somos nosotros quienes lo sostenemos, el cuerpo tiembla. Nos perdemos buscando puntos de referencia, queriendo hacer, avanzar, demostrar. Y cuando no lo logramos, nos castigamos. Nos exigimos incluso ahí, donde no hay nada más que el acto valiente de sostenernos a nosotros mismos.
Y sin embargo, algo se mueve. Por dentro. Nos duele. Como cuando éramos chicos y nos dolían las piernas por crecer. “Estás creciendo”, nos decían. Y tal vez no sabíamos qué significaba, pero el cuerpo lo sabía. Lo mismo ahora: crecer por dentro también duele. Expandirse implica estirarse, reconfigurarse, soltar viejas formas y prepararse para otras que aún no entendemos.
Sentimos ese magma bajo los pies. Algo está gestándose. No tiene nombre aún, pero late. Nos cambia desde adentro. Y entre tanta transformación, volvemos a lo conocido: la exigencia. Queremos saber cómo deberíamos estar, cómo deberíamos sentirnos, cómo deberíamos atravesarlo. Y al no tener respuestas, nos juzgamos.
Nos gustaría ser más estables, más predecibles, más… aburridos. Pero sabemos que ni aunque lo intentáramos. Nuestra vida no va por ahí. Y eso está bien. Porque esta incomodidad también forma parte del camino. Esta sensación de ser un chicle que se estira en todas direcciones, que se rompe y se junta otra vez, que se siente y se disocia, que se va y vuelve… también somos nosotros.
Y si bien todo en nosotros pide hacer más, movernos, resolver, es momento de lo contrario. Es momento de armar una caja a la vez. De ordenar un pensamiento a la vez. De abrazar un dolor a la vez. Es momento de estar. Sin armaduras. Con la ternura como único sostén.
Porque hemos aprendido que no hay coraza que no se disuelva con ternura. Y esa ternura no vino de afuera. La construimos nosotros. La elegimos cada vez que, en lugar de exigirnos más, nos miramos con compasión. Cada vez que, en vez de empujarnos, nos damos un respiro.
Ese es nuestro mérito. Y desde ahí, desde esa ternura conquistada a pulso, construimos lo que vendrá.
Ahora, el vacío ya no parece tan vacío. Está lleno de nosotros.

4 comentarios en “Cuando el vacío se llena de nosotros”

  1. Hola Carlos.

    Gracias por compartir tu interior. Gracias porque al leerte me remueve, me siento menos sólo, de un modo poco ilógico, porque no quiero entrar a analizar tu texto de modo lógico, sino sólo sentirlo. Me he sentido identificado en tus sentimientos y eso de algún modo reconforta y acompaña.

    Sólo quería aprovechar la ocasión para agradecértelo, y que sepas que tus reflexiones me son de ayuda, igual que seguro que lo serán para muchos. GRACIAS.🥰

    1. Hola Alberto,

      Gracias por este mensaje tan honesto y sentido.
      Me emociona saber que, al compartir lo que me pasa por dentro, también se genera ese espacio donde otros se sienten menos solos. A veces no necesitamos entender, solo sentirnos acompañados, como tú dices, sin análisis ni explicaciones. Simplemente estar.

      Para mí también es reconfortante saber que mis palabras llegan así, sin filtro, y encuentran eco en personas como tú.
      Gracias por abrirte y por leerme con el corazón.

      Un abrazo grande,

  2. Fantástico y aleccionador querido Carlos, como siempre.
    A todos, de una u otra forma, nos llega el momento en que la vida, nuestra vida,se transforma.
    Y efectivamente hay que aprender a vivir con esa transformación, esa nueva forma de vivir y con este escrito tuyo me has enseñado como hacerlo de la mejor forma posible , con el amor propio.
    Genial como siempre!
    Gracias por tus aportaciones a un mejor vivir.
    Un abrazo 🤗

    1. Gracias Pepa de corazón por tus palabras. Me alegra profundamente que este texto haya resonado contigo. Es verdad que todos, antes o después, atravesamos esos espacios de cambio silencioso, donde parece que no pasa nada y, sin embargo, por dentro se mueve todo.

      Es hermoso saber que estas reflexiones también te acompañan en tu proceso. Al final, escribirlas es mi manera de sostenerme… y saber que también ayudan a otros le da un sentido aún más grande.

      Te mando un abrazo lleno de esa ternura que tanto necesitamos en los tiempos de transición.
      Gracias por estar siempre al otro lado.

Responder a Alberto Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio